17 de marzo de 2014

Qué bonito es vivir

Suena el despertador, es la hora. Lo vuelvo a apagar, 5 minutos más es una vida a estas horas de la mañana. Me levanto aún con el brazo medio dormido, e intento salir de mi cuarto como puedo. Hoy es un día triste y mi cuerpo lo sabe, no quiere salir de estas paredes.


Me dirijo a la cocina, caliento la leche y me tomo un buen tazón de cereales. Ella entra por la puerta ya vestida, diferente, hoy no sé por qué pero le noto algo que no había notado estos días. Necesito darme una ducha, agua bien caliente, por favor. Tengo que recoger mis cosas. Nos vamos.

Salimos con tiempo, esta vez no hay que correr. Como siempre, me toca a mí llevar la maleta y el abrigo de ambos. No me importa, sé que a la vuelta voy a venir vacío, y eso sí que me preocupa. Llegamos a la estación, nos montamos en el tren y queda sólo una hora para que llegue a su destino. Ese tren que siempre me cansaba y se me hacían los minutos larguísimos, hoy querría que se hiciese eterno de verdad. Toca coger el metro, ya llegamos. Estamos en la estación de autobuses, o de “autocarros” como le llaman aquí. Vamos a sacar el billete y se oye una pregunta: “¿São dois lugares, verdade?” -No, sólo uno por favor.

+El bus ya está esperándote.
-Lo sé, no me quiero ir.
+Ni yo quedarme sólo. Gracias por estos días.
-Te quiero.
+Y yo.

Algo tan insignificante como una conversación de whatsapp, lo que puede llegar a convertirse. Cuando no quieres a nadie a tu lado, cuando pretendes seguir con tu vida de golfo, cuando crees que ésta va a ser una más… zas.

Pues eso, que nunca se está preparado para ello. Cuando sientes eso que no habías sentido con ninguna, cuando te das cuenta que estás dando ya por fin con la persona correcta, entonces es que estás llamando a la puerta del amor. Y todo esto que parece una ñoñería y tal… ¿sabéis qué os digo? "¡Qué bonito es vivir!"