Maldito tiempo pasado que tenemos que vivir para soportar un presente angustioso y agotador. Tiempo en el que todo salía mal, no había opción ni de optar a la suerte. Momento en el que no pensamos nuestros actos, y nos dejamos llevar por nuestros impulsos. Impulsos que se pagan caros y no caen en el olvido tan fácilmente.
Creíamos ser los más felices, que vivíamos en un mundo de ilusiones, que todo lo que pedíamos nos lo ofrecían con una sonrisa. No conozco el paraíso, y si existe todavía lo ando buscando.
Llega el presente, lágrimas al vuelo, fatigas por recordar, y alegrías que se vuelven tristezas. Arrepentimiento es lo mínimo que sabes decir, aunque no hay de qué arrepentirse. Toda etapa por muy dura que sea, nos sirve para madurar en esta corta vida. A unos les llega antes a otros les llega más tarde.
Sin embargo, hay un botón en nuestra mente que muy pocos lo pulsamos. Una tecla que nos borra el pasado inmediatamente, nos transporta al presente más inmediato, y recicla todo forraje inmediato de lo que no fue, pero que puede volver a ser.
Ahora es cuando toma sentido la vida. El esfuerzo diario por luchar en esta vida, por llegar a esa persona reconocida por tus propios méritos, el hijo modelo que todo padre quisiera tener, el marido perfecto que toda mujer gustaría hacer el amor, el padre que se viste con gotas de sudor y el abuelo cauteloso encantado de sus nietos.
La vida es corta, como para estar pensando en el pasado. Imagínate un mundo en el que día a día sales a la calle y empiezas de cero, gente nueva, amigos nuevos. Olvida lo que pasó hace tiempo, céntrate en tu labor de hoy. Ama cuanto puedas y ríe cuanto quieras.

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