Hoy en día vivimos en un mundo utópico donde todo nos lo venden con una sonrisa y queremos parecernos a esos que vemos en la tele, en las revistas o incluso en el cine. No nos engañemos, no son más que la cruda realidad que vive la sociedad pretendida a verse reflejada en ellos.
No se trata de asemejarse a nadie, sino de ser tú mismo. Detractores vas a tener siempre, te portes de una manera u de otra. No pidas consejos de actitud, abre tu mente a la sociedad y compórtate como eres realmente. Deja que la gente te conozca, hazte valer y nunca agaches la cabeza. Siempre habrá alguien que esté en una situación peor que tú.
Detalles, tonterías por las que nos enfadamos y a veces incluso discutimos hasta dejar de hablar a esas personas que tanto queremos. Pero hay algo más en eso, algo que nos come por dentro y que a muchos nos sobra hasta límites insospechados, el orgullo. Eso que te hace levantar la cabeza hasta no saber donde pisas y sin saber muy bien el por qué. Más de uno deberíamos tragárnoslo y saber pedir perdón.
Hoy hace mal día, se me rompieron los zapatos, perdí la pulsera y me viene la regla, son algunas de las cosas por las que ya ni damos los buenos días, por las que ni dirigimos la palabra al compañero de al lado. Qué te habrá hecho esa persona para que le vuelvas la cara. Detalles insignificantes por los que perdemos la cabeza sin darnos cuenta que hay gente que lo está pasando verdaderamente mal, niños que no saben lo que son zapatos, que las pulseras no están en su diccionario y que la lluvia es agua bendita para ellos.
Otra cosa es que cada día nos volvemos más egoístas con la familia. Esos que nos ofrecen un techo para dormir, esos que nos alimentan cada día, esos que derraman gotas de sudor para que podamos vivir el día de mañana. Esos ángeles a los que muy pocas veces les decimos un "te quiero" por la mañana, algo tan insignificante para nosotros pero tan grandioso el valor para ellos que lo dejamos pasar por alto día tras día. Cuando se nos vayan lloraremos por su pérdida, pero ya será demasiado tarde y entonces valoraremos el tiempo perdido mientras vivían con nosotros.
Así que levántate con una sonrisa por las mañanas, da los buenos días que no cuesta dinero, ama a tu familia por encima de todo y vive tu vida con ganas de comerte el mundo.

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