Muy pocas veces somos agradecidos con ellos, pero siempre tienen una sonrisa para nosotros. Nadie es perfecto, y ellos nos mantienen los pies en el suelo. Tampoco podemos caer bien a todo el mundo, y ellos nos lo recuerdan día tras día.
Un día nos levantamos con mala cara, y lo primero que hacemos es pagarlo con ellos. Sin culpa de nada, sin dirigirnos una palabra y a la primera de cambio, son los culpables de todo. Nos enfadamos, discutimos, nos peleamos y después nos arrepentimos. Lo peor es que muy pocas veces somos conscientes de ello, y lo concebimos como una mera rutina.
Desde aquí hago un llamamiento a esas personas que se preocupan por los demás, ángeles que cuidan del resto antes que de sí mismo, ellos que nunca tienen una mala palabra para el compañero, gracias por ser así.
Gracias por darnos esos buenos días todas las mañanas.
Gracias por no tener nunca una mala cara para nosotros.
Gracias por ofrecernos todo cuanto tenéis.
Gracias por todo, nunca cambiéis.
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