Es el precio de la vida: tantos errores, tantos actos cometidos sin pensamiento previo alguno y tantas locuras, después terminan pasando factura.
Por suerte o por desgracia la vida no es tan corta, nos da un margen de error para que nos podamos equivocar, pero lo más grande es que nos da un tiempo para que lo podamos corregir. No seas el idiota que caiga dos veces sobre la misma piedra. Aunque bueno, algunos caen hasta tres.
Ya ha pasado todo ese tiempo que has dejado atrás. Basta ya de tanto mirar por el retrovisor, y céntrate en todo lo que te queda por delante. Estás viendo una pequeña luz al final del túnel, sigue luchando por ella, nunca te des media vuelta en mitad del camino, no conoces el término derrota en tu diccionario. Tú no eres un perdedor, te enseñaron de pequeño los valores de la vida, y uno de ellos era intentar conseguir aquello que quieres ser en la vida, te cueste lo que te cueste.
Pues bien, ya solo queda una semana, pocos días mejor dicho. Y por fin habrás olvidado el por qué llegaste aquí. Una vez te dijeron que de los errores se aprende, pero no hace falta que te tomes tan en serio lo de los errores.
Y ahora, fuera de todo compendio de desequilibrios, imagínate haber superado esa meta. La satisfacción propia que te logra el poder sobrepasar la línea por ti mismo, y aun mas saliendo el último desde el inicio. Pero a veces es bueno cometer fallos, pues éstos son los que te hacen madurar y saber salir de situaciones que ni tu te las habías imaginado anteriormente.
Así que nada, entramos en la recta final de un largo camino, queda ya muy poco. Tus ganas porque llegue ese día son infinitas, pronto le dirás adiós a esa mancha negra que te dejo el pasado. Ahora, céntrate en lo poco que te queda, y aplícate al cuento:
“Si no luchas por algo que quieres, luego no te quejes por no tenerlo”.





